domingo, marzo 27, 2005

 

"Mi vida es un granito" (así como canal 12 repite los capítulos de Mac Giver, yo repito mis posts)

Esto es una simple repetición, no esperes cambios como promete "telecirculito" en la película de E.T., no vas a encontrar párrafos inéditos o remasterizaciones de palabras. Si ya lo leiste, vas a volver a regozijarte con esta magnífica obra de arte; si no te dieron las bolas para llegar a los posts de diciembre y por lo tanto no lo has leido; ajustate el cinturón y lee, lee, lee!!!

Mi vida es un granito
Muchos pensarán que el título hace referencia a algún problema en mi epidermis; pero no, éste no se refiere a ninguna anomalía facial. Digo que "Mi vida es un granito", un granito de arroz. En mis cortos 18 años de vida la imágen que más he visto es la de un plato lleno de esos lindos cereales insípidos.
Como ya sabrán los que me conocen (y los que no, se esán enterando), nunca me interesé en adquirir conocimientos culinarios, y esto queda evidenciado en mi casi inexistente masa muscular. Si bien es cierto que nunca me preocupé por llevar a cabo una sana alimentación, mi madre tampoco hizo mucho(perdón mamá). Ella, una mujer trabajadora, maestra(aunque no creo que por vocación, ya quebien tuvo la chance de establecerse como directora y dejar de lidiar con esas clases llenas de pendejos hinchapelotas, lo hizo), nunca tuvo tiempo (ni ganas) de complicarse con las comidas. Es por este motivo que no recuerdo un solo día de mi infancia o adolescencia en el cual no encontrara en mi plato, al menos una (abundante) porción de "arroz". Toda carne iba acompañada con arroz; los guisos, siempre de arroz; la sopa del invierno estaba preparada con arroz. Muchas veces llegaba del liceo, miraba la mesa, veía croquetas, me ilusionaba, pero no...también eran de arroz.
Al desayuno, galletas de arroz; en los momentos de prosperidad económica, arroz amarillo (con azafrán). Así transcurría mi vida; nos sentíamos afortunados los días que encontrabamos algún restito de aceite para condimentar aquel repetido alimento.
Hoy en día, postrado en esta cama de hospital, no puedo moverme, estoy amarillo(y no por el azafrán); los médicos dicen que es a causa de la hepatitis fulminante que contraje, que me deja solo 24 horas más de vida. Yo sé que esa no es la razón, estoy amarillo por la obscena ingesta de arroz que mi madre me proporcionó periódicamente durante 18 años; vaya uno a saber con qué intenciones.
23 horas después (los médicos le erraron por una), Gonzalo murió, y su madre se apresuró a vender todos los órganos del difunto; que se encontraban en perfecto estado (1).

(1)Por si no lo saben, el arroz es un gran conservante, y ayuda a mantener los órganos fresquitos como una lechuga.

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