Everybody loves Arturo Puig

A los 16 días del mes de diciembre de 1986 vi la luz. La luz del quirófano en el que, segundos antes habían destripado a mi madre para extirparle a este (hermoso hoy, horrendo en aquél entonces) muchacho.
Mentirosos varios llegaban y emitían frases del tipo: “es igualito a la madre”, “tiene la nariz del padre”, “es el calco del papá”. ¿Por qué digo que faltaban a la verdad? En primera instancia porque nadie sabe quién carajo me engendró. El cornudo que vive con mi progenitora y me mantiene no es mi padre, y menos mal! Porque es bastante feito el pobre. Y como segundo ítem, sé que mentían porque los bebés son parecidos… a otros bebés. Si alguien osa a compararme alguna vez con alguno de estos pequeños con cara de acordeón, terminará con el rostro parecido a ellos luego de la tunda que le propiciaré.
Pero nos desviamos del tema que nos compete: yo.
Dos años después de haber sido extraído del cuerpo de esta mujer, comenzó mi peregrinación por las diferentes instituciones educativas que me convirtieron en lo que soy hoy: erudito en todo.
24 meses de vida habían transcurrido, y yo comenzaba a balbucear mis primeras palabras, en latín, porque el español a esa altura lo hablaba mejor que Larrañaga. En ese entonces ingresé a una guardería, en la que me dieron todo el cariño y contención que en casa me negaban. Mamá estuvo resentida 7 años conmigo, por el tema de la cesárea. La guardería era un sueño, un paraíso terrenal. Si tenía fiebre por más de 2 días, llamaban a un médico; tenía la libertad de jugar con cualquiera de los (3) juguetes que allí había, y cuando me cagaba hasta me cambiaban los pañales!
Pero como todo lo bueno, terminó. “Ya estás grande para llorar como un bebito por cualquier cosa” – me dijo mi madre un día que llegué con la cara ensangrentada, el labio partido y 3 dientes menos por haberme caído en la escuela. En esa etapa, me esforcé para hacer que se sienta orgullosa de mí. Cada año, cada fin de curso, volvía altanero, con el pecho inflado, la frente en alto y el “sote” en el carné, esperando ese tan ansiado beso de felicitaciones. “Sote nomás? Podrías haber pasado con sote para arriba” – decía siempre, a pesar de mis constantes e inútiles intentos por hacerle entender que dicha calificación no existía.
Dejé la túnica a un lado, abandoné mi pelvis lampiña y comenzó mi recorrido por la educación secundaria. No me gusta alardear (mucho), pero era un salado! “Pero salado bien”, como dijo Michellini. Los granos del tamaño del botón de encendido de la pc, la popularidad nula y mi condición de tartamudo ayudaron a que me convirtiese en un nerd ermitaño. Fue así como logré aprobar cada materia, de cada año, sin sobresalto alguno. Y el tiempo libre lo dediqué a almacenar datos al pedo en este derroído disco duro llamado cerebro. Por ejemplo: ¿Sabían que el tamaño de los huevos que pone el kiwi australiano son del 75% del tamaño de su cuerpo?
Sin amigos, y habiendo tenido sexo conmigomismo únicamente, me entreveré en la elite social llamada “universitarios”.
Tras una elección random realizada por mi computadora, me inscribí en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Allí conocí muchos otros alienados sociales mucho más inteligentes y talentosos que yo. Razón por la cual, tras aprobar el primer año y buena parte del segundo, decidí abandonar. Sin consultar ni avisar a nadie. Ooooohhhh! La primera acción punk de mi vida.
That day my entire life changed. I knew that a new Gonzalo was about to born (olvidé mencionar que durante la etapa lineal aprobé el First Certificate of Competency in English … con fe-li-ci-ta-cio-nes! Me robaron esta idea los de Blue Patna hace unos años).

Tiré mis cuadernos, cambié mis fotocopias por droga, y me vi inmerso rápidamente en el mundo de la noche, el sexo fácil (esta vez con mujeres!) y el rock & roll.
No es un estilo de vida barato. Las nenas de 9 años son fáciles de seducir pero es complicado mantenerlas: “Comprame la nueva Barbie ejecutiva o no me pongo el uniforme de colegiala que tanto te gusta”, “Llevame a ver a Patito Feo al teatro o no jugamos al pediatra holandés”.
Por esta razón tuve que comenzar a trabajar. CRAMI fue la mutualista elegida. Me favorecía por dos lados: me daba el dinero suficiente para mantener los vicios de mis chiquilinas y podía robar accesorios para “jugar al pediatra holandés”.
Tal parece, la legislación de este país está hecha para viejos pacatos e impotentes; y aparentemente pasearse de la mano con una nena de 10 añitos _________ (la mancha que precede esta oración es baba que se me cayó pensando en ella) no es legal. Marche preso!
Mis abogados alegaron demencia pedofílica y tras un largo tratamiento psicológico de 2 años en el Penal de Libertad, hoy puedo decir que: estoy rehabilitado.
En marzo de 2007 me largaron y desde ese entonces intento reordenar mi vida. Retomé los estudios. Estoy cursando Analista en Publicidad en BIOS. Una vez terminado el curso pienso especializarme en el rubro, comerciales de pañales (dicen que en esos castings se encuentran buenos especimenes).


Gonzalo Bagnasco, el yerno ideal.